Lucila Godoy Alcayaga, mejor conocida como Gabriela Mistral, nació un 7 de abril de 1889 en Vicuña, Chile. Hija de Jerónimo Godoy Villanueva, profesor de educación primaria y aficionado a tocar la guitarra, escribir poesía y que posteriormente, abandonaría a su esposa, Petronila Alcayaga Rojas. Tras esto, la madre de Lucila volvería a casarse y de esa relación llegaría su hermana Emelina Molina Alcayaga.
Desde que era pequeña sintió una gran atracción por la Biblia, siendo el libro que más marcaría su infancia y que muchos de sus poemas tomarían algunos textos de ésta como referencia.
Antes de presentar su examen en la Escuela Normal de Santiago, y después de haber recibido su título como profesora de castellano en la Universidad de Chile, Gabriela Mistral enseñó en muchas escuelas de bajo salario. La escritora nunca renunció a su función como docente; muchas de sus obras son de carácter pedagógico.
Tras su salida de Chile, país al que después regresaría muy pocas veces, comienza a ser invitada a distintos países entre los que se encontraban México en 1922, fue aquí mismo en la que colaboró en los planes de la reforma educacional, y en ese mismo año publicó Desolación, para 1924 sale Lectura para mujeres, que se publicó de igual manera en México.
Se cumplen 132 años del nacimiento de Gabriela Mistral (1889-1957), ganadora del Premio Nobel en 1945. La recordamos con estos versos de su poema «El amor que calla»:
«Te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres, tan oscuro».¿Qué otros versos suyos sugieren? pic.twitter.com/rYvd0DDb1w
— RAE (@RAEinforma) April 7, 2021
Ese año estuvo lleno de viajes, en los que piso naciones como Estados Unidos, Italia, Suiza, España y Francia. Pese a nunca haberse casado, su deseo de madre se logró cuando acogió a su sobrino, Juan Manuel Godoy, hijo de uno de sus medios hermanos.
La vida de Gabriela Mistral llegó a su fin el 10 de enero de 1957 en un hospital localizado en la ciudad de Nueva York. El gobierno de Chile dispuso duelo nacional por tres días y pidió el traslado de sus restos a Montegrande.
3 poemas de Gabriela Mistral
- Riqueza
Tengo la dicha fiel
y la dicha perdida:
la una como rosa,
la otra como espina.
De lo que me robaron
no fui desposeída:
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida,
y estoy rica de púrpura
y de melancolía.
¡Ay, qué amante es la rosa
y qué amada la espina!
Como el doble contorno
de dos frutas mellizas,
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida….
- Amor, amor
Anda libre en el surco, bate el ala en el viento,
late vivo en el sol y se prende al pinar.
No te vale olvidarlo como al mal pensamiento:
¡lo tendrás que escuchar!
Habla lengua de bronce y habla lengua de ave,
ruegos tímidos, imperativos de amar.
No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave:
¡lo tendrás que hospedar!
Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas.
Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar.
No te vale decirle que albergarlo rehúsas:
¡lo tendrás que hospedar!
Tiene argucias sutiles en la réplica fina,
argumentos de sabio, pero en voz de mujer.
Ciencia humana te salva, menos ciencia divina:
¡le tendrás que creer!
Te echa venda de lino; tú la venda toleras;
te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir.
Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras
¡que eso para en morir!
- Apegado a mí
Velloncito de mi carne
que en mis entrañas tejí,
velloncito tembloroso,
¡duérmete apegado a mí!
La perdiz duerme en el trigo
escuchándola latir.
No te turbes por aliento,
¡duérmete apegado a mí!
Yo que todo lo he perdido
ahora tiemblo hasta al dormir.
No resbales de mi pecho,
¡duérmete apegado a mí!
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