Por años hemos venido dejando de lado a las personas con discapacidad, tratándolas como si fueran menos capaces o como si no tuvieran derecho a una vida digna y a un trabajo bien remunerado. Es hora de que abramos los ojos y los corazones, porque todos merecemos las mismas oportunidades.
El primer paso para lograr esta inclusión es cambiar nuestra cultura y empezar a ver a las personas con discapacidad como seres humanos plenos, con derechos y capacidades. Y para lograrlo, es fundamental que el Estado se involucre y genere políticas públicas que fomenten la inclusión laboral.
El esfuerzo para lograr esta transformación debe venir de la sociedad civil, el gobierno y el ámbito empresarial trabajando juntos de la mano. Necesitamos crear espacios laborales inclusivos, y eso solo se logra con el esfuerzo conjunto de todos los actores involucrados.
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¿Qué más hace falta además de concientizarnos? Es hora de que el Estado dé un segundo aire y genere políticas de desarrollo productivo y protección social para reducir las desigualdades y la alta informalidad. No podemos seguir permitiendo que las personas con discapacidad queden relegadas a empleos mal remunerados o trabajos informales sin derechos laborales ni seguridad social.
Pero la inclusión real no se trata solo de conseguir un trabajo, sino de crear las condiciones adecuadas para que las personas con discapacidad puedan desenvolverse plenamente en su entorno laboral. Es necesario contar con infraestructuras accesibles, tecnología adaptada, conciencia social y capacitación adecuada para saber cómo incluir a personas con diferentes tipos de discapacidad.
Y aquí quiero recalcar algo importante: la inclusión es tarea de todos. No debemos temer contratar a alguien con discapacidad, sino estar preparados para ofrecer las condiciones necesarias para que puedan desempeñarse de manera plena y satisfactoria en su trabajo.
Además, la inclusión laboral no es solo para personas con discapacidad física, sino también para aquellos con discapacidades psicosociales, como esquizofrenia o epilepsia. Debemos aprender a diferenciar integración de inclusión. Integrar a alguien no es suficiente si no creamos condiciones favorables para que puedan desarrollarse y permanecer en el empleo.
La inclusión laboral debe ser un tema transversal, que abarque todas las áreas de trabajo, desde el campo hasta las empresas más grandes. ¡Es hora de que todos entendamos que la discapacidad no debe ser un obstáculo para el desarrollo personal y laboral!
Hay avances, sí, pero aún nos falta mucho como sociedad y gobierno. Debemos trabajar en conjunto para generar condiciones que permitan una inclusión laboral al cien por ciento. No podemos permitirnos desperdiciar el potencial y la valiosa contribución que las personas con discapacidad pueden aportar a nuestra sociedad.
Así que es momento de actuar, de impulsar programas y políticas concretas, de abrir espacios laborales inclusivos y de cambiar nuestra mentalidad. Juntos podemos lograr una transformación cultural que nos permita ver a todas las personas, sobre todo a las que tienen discapacidad, como sujetos de derecho y con el potencial para alcanzar sus metas y sueños laborales.
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