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¿Qué es la inteligencia emocional y cómo practicarla?

La inteligencia emocional permite adaptarse a situaciones humanas complejas y presiones diarias.

Inteligencia emocional
Foto: Pexels

La definición de “inteligencia emocional” puede parecer sorprendente porque el concepto mezcla dos nociones que suelen ser opuestas. Por un lado, encontramos la palabra “inteligencia” que designa la capacidad de razonamiento y análisis y por un lado la palabra “emoción” que designa las reacciones primarias de difícil control, que se producen tras la ocurrencia de un conocido evento específico o en determinadas situaciones.

Charles Darwin  fue uno de los primeros en interesarse por las emociones y su carácter universal. Famoso por su trabajo sobre la evolución de las especies, se basó en la similitud entre las emociones humanas y animales.

“La inteligencia emocional interviene en los procesos cognitivos analizando las emociones y desempeñando un papel primordial para el individuo y su entorno”.

Sin embargo, la idea de que la inteligencia va mucho más allá de las habilidades cognitivas tradicionalmente valoradas por el sistema escolar es más antigua.

Tres autores se han interesado por la cuestión de la inteligencia emocional: Edward Thorndike, padre de la Inteligencia Social; David Wechsler quien afirmó que la inteligencia cognitiva no explica toda la varianza en la adaptación de los seres humanos a su entorno, y Howard Gardner, quien sugiere la existencia de dos formas de inteligencia, llamadas inteligencia personal, intrapersonal e interpersonal.

¿Cómo practicar la inteligencia emocional?

  • Enriquece tu vocabulario emocional

Molestos, a menudo atravesamos una “ceguera emocional”, que impide razonar con lucidez. Sin embargo, nuestro lenguaje oculta una amplia gama de palabras, para caracterizar una percepción, para refinar expresiones vagas o términos que designan las cuatro emociones básicas: miedo, ira, tristeza, alegría. En lugar de decir “lo estoy haciendo mal”, pregúntate: ¿estoy molesto, preocupado, ansioso, indignado, melancólico, etc?

Consejo: Lo que puedes hacer es usar Internet y las librerías, en las que puedas encontrar una serie de palabras que califican los sentimientos en las cuatro grandes familias y leerlas.

Consejo 2: En una hoja de papel en blanco, recuerda alguna situación reciente que te perturbó y escribe: cuáles eran tus pensamientos, tus emociones y tus problemas sin juzgar tu sentir.

  • Expulsar los pensamientos negativos

Según la neurociencia, tenemos una media de 60 mil pensamientos al día, el 95% son idénticos a los del día anterior, y entre ellos, el 80% son negativos. Ahora bien, el pensamiento precede a la emoción. Puedes decirte a ti mismo que todo estará bien, desencadenando de esta manera un sentimiento positivo. Por tanto, debemos educar a nuestras neuronas para que piensen positivamente.

Consejo: Cada noche, antes de conciliar el sueño, piensa en tres episodios positivos del día. Después de 21 días, el cerebro se acostumbrará a generar pensamientos positivos. Otra técnica consta de colocarte una pequeña pulsera de perlas y toca una tan pronto como surja un pensamiento negativo, para poder identificarla y reemplazarla por algo positivo.

  • Detecta emociones ocultas

Se trata de frustrar el fenómeno llamado “crimen organizado emocional”, que distorsiona las relaciones con uno mismo y con los demás. En efecto, cuando una emoción no se pudo vivir en el pasado, porque no fue admitida en la familia, resurge como un elástico en el presente, en exceso, escondiéndose detrás de otra emoción. Por ejemplo, un torrente de lágrimas que enmascara la ansiedad o la ira reprimidas.

Consejo: Pregúntate cuál es la emoción que más revelas y la que menos lo haces, esta segunda es la auténtica.

Consejo2: Túmbate en una silla, relajando los hombros y aflojando las mandíbulas. Luego respira por el vientre, y deja que tus sensaciones se eleven, liberarás la emoción correcta.

  • Da cumplidos y agradece

Se nos ha hecho muy normal reprimir nuestros cumplidos hacia otras personas y eso se debe a que en ocasiones no nos permitimos exteriorizar nuestras emociones ni los sentimientos. Alaba, felicita, agradece, entrega tu parte de humanidad y nutre la necesidad de reconocimiento del otro. Además, libera endorfinas y dopamina, las dos hormonas de la felicidad, en el cerebro de la otra persona.

Consejo: Practica dar un cumplido al día, usando el “yo”; abre un cuaderno de agradecimiento, en el que anotarás cualquier evento pequeño o grande por el que estés agradecido.

  • Aprende a perdonar

No es fácil dar vuelta a la página. Sin embargo, arrastra un resentimiento, que mezcla rabia y frustración, una sensación de pesadez en el cuerpo y en la mente que contamina la relación con el “culpable”. Perdonar, que no significa olvidar, pero sí te hace sentir mejor, en paz y aliviado.

Consejo: El perdón es un proceso. Tómate el tiempo necesario, pueden ser días o semanas para reconocer tu lesión. Cuéntaselo a la otra persona ya que no puede adivinarlo.

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