Un reciente estudio reveló que el confinamiento y las restricciones sociales impuestas durante la pandemia de COVID-19 han acelerado el envejecimiento cerebral de los adolescentes, afectando de manera más significativa a las mujeres que a los hombres.
Esta investigación realizada por el Instituto de Ciencias del Aprendizaje y del Cerebro (I-LABS) de la Universidad de Washington, se centra en los cambios estructurales y funcionales que sufrieron los cerebros de los jóvenes durante este periodo crítico.
Los investigadores, liderados por Ian Gotlib de la Universidad de Stanford, encontraron que los adolescentes evaluados después de la pandemia mostraron un envejecimiento cerebral equivalente a aproximadamente 4.2 años (en las mujeres) y 1.4 (en los varones) en comparación con aquellos que fueron evaluados antes del confinamiento.
Ese envejecimiento se tradujo en cambios físicos en el cerebro, como una reducción en el grosor cortical y un aumento en el tamaño del hipocampo y la amígdala, áreas relacionadas con la memoria y las emociones.
Los investigadores utilizaron imágenes de resonancia magnética para comparar escaneos cerebrales de jóvenes entre 12 y 16 años antes y después de los confinamientos por COVID-19.
Los hallazgos sugieren que el estrés y el aislamiento social durante la pandemia tuvieron un impacto significativo en la salud mental y el desarrollo cerebral de los adolescentes, siendo las mujeres más vulnerables a estos efectos.
Este hallazgo sugiere que las mujeres jóvenes pueden ser más vulnerables a los efectos negativos del estrés y la ansiedad generados por la pandemia.
Las restricciones sociales y el aislamiento pueden haber exacerbado problemas preexistentes de salud mental, contribuyendo a un desarrollo cerebral inusualmente acelerado en este grupo.
Envejecimiento cerebral: ¿Cuáles son las consecuencias a largo plazo?
Los cambios observados en la estructura cerebral de los adolescentes podrían tener implicaciones significativas para su salud mental y desarrollo futuro.
A medida que los jóvenes pasan de la adolescencia a la adultez, es crucial monitorear cómo estos cambios podrían afectar su bienestar psicológico y su capacidad para manejar el estrés y la adversidad.
Gotlib planea continuar este seguimiento para evaluar si los efectos del COVID-19 alteran la trayectoria de su desarrollo cerebral a largo plazo.
Este estudio subraya la importancia de considerar el impacto de eventos globales, como la pandemia de COVID-19, en el desarrollo cerebral de las generaciones más jóvenes.
Los hallazgos sugieren que las experiencias adversas durante la adolescencia pueden tener consecuencias duraderas, lo que resalta la necesidad de intervenciones adecuadas para apoyar la salud mental de los jóvenes en el futuro.
Este estudio se suma a un creciente cuerpo de investigación que documenta los efectos del COVID-19 en la salud cerebral, indicando que incluso casos leves de la enfermedad pueden provocar cambios físicos en el cerebro, equivalentes a una década de envejecimiento.