Durante los últimos meses millones de personas hemos evitado salir y hemos impuesto un aislamiento social por la pandemia de COVID-19. Sin embargo, la falta de convivencia con nuestros seres queridos puede traer afectaciones a la memoria y los procesos cognitivos.
De acuerdo con el doctor Joel Salinas, miembro de la Centro de Estudios de Población y Desarrollo de Harvard, aún no existe un vínculo claro entre el aislamiento social y la afectación a la memoria, aunque sí hay estudios que registran que, tras el confinamiento de la pandemia, muchas personas sienten que su capacidad cognitiva cayó.
Según un estudio realizado en 2020 por la Escuela de Salud Pública de Harvard, el 60% de personas con Alzheimer o padecimientos similares reportaron que su condición empeoró durante el confinamiento.
Esta situación afectó más a las personas mayores quienes, mayoritariamente, ya estaban de alguna manera aislados de sus familiares por vivir en otra casa, no tener amigos cerca o por perder un compañero de vida.
“En estudios con humanos, el aislamiento está asociado con el incremento en el riesgo de padecer demencia, aunque no es claro qué tan alto es el riesgo. En pruebas con animales, el aislamiento está asociado a una reducción del tamaño del cerebro y el tiempo de cambios que se observan en pacientes con Alzheimer”, explica Salinas.
Aunado a ello, el sentimiento de soledad (sin conexión con los otros) también ha mostrado un decrecimiento de la actividad cognitiva, pérdida de interés por el cuidado personal y hasta eleva el riesgo de padecer un ataque al corazón, inflamación crónica, depresión y ansiedad.
“Tener apoyo emocional de otras personas o que nos escuchen para tener un efecto protector en el cerebro: incrementa los niveles neurotrófico derivados del cerebro y reduce los riesgos de demencia y ataques al corazón”, agregó el doctor Salinas.
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