¿Qué es la parosmia? Una secuela del COVID-19 que sufren los recuperados

Se cree que aproximadamente una de cada 20 personas que tienen COVID terminan con parosmia.

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Prueba para detectar posible reinfección de COVID-19
Foto: EFE

Los investigadores estiman que aproximadamente cuatro de cada cinco pacientes con Covid-19 sufren una pérdida parcial o total del olfato, una condición conocida como anosmia. Muchos no presentan otros síntomas, y se trata de los estragos que causa el coronavirus en nuestro sistema nervioso, pero ¿qué es la parosmia?

Muchos pacientes recuperan el olfato rápidamente, otros huelen menos que antes (hiposmia) o huelen mal todos los olores (parosmia). Puede que el olor de tus familiares sea insoportable para ti o el vino ya no tiene esa misma esencia de antes.

El olfato, como está descubriendo gran parte del mundo en la pandemia, ha sido durante mucho tiempo nuestro sentido más subestimado. Generalmente lo apreciamos menos que los otros cuatro.

Olfato y Covid-19

Quizás es por eso que casi no se ha invertido para investigarlo y, como resultado, sabemos relativamente poco al respecto. Claire Hopkins, presidenta de la Sociedad Rinológica Británica, dijo que la ciencia del olfato, comparada con la de la vista o el oído, todavía está en la Edad de Piedra, según Newsday.

Sin embargo, esto podría cambiar gracias a la llegada del virus del SARS-CoV-2 y también a Hopkins; en marzo de 2020, fue coautora de una alerta noticiosa sin pretensiones titulada “Pérdida del olfato como marcador de infección por COVID-19”. Inmediatamente se vio inundada de respuestas de todo el mundo que informaban sobre el mismo fenómeno.

Después de casi un año, el olfato se ha convertido en uno de los blancos principales de la medicina. Incluso, existe un Consorcio Global para la Investigación Chemosensory, donde los expertos de más de 60 países colaboran con la finalidad de llegar al fondo en cuanto a la relación del Covid-19 con el olfato.

¿Para qué sirve el olfato?

Neurológicamente, es nuestro sentido más primordial: la percepción de un olor se dispara directamente desde nuestros receptores nasales a nuestro cerebro, sin pasar por el tálamo y desencadenando inmediatamente un recuerdo o una emoción.

Por el contrario, la visión, el oído y el tacto deben realizar varios saltos sinápticos adicionales. También lo hace el gusto, pero la mayor parte de nuestra percepción de ese sentido es en realidad un subproducto del olfato en primer lugar.

Sólo cuando el olfato desaparece, la gente se da cuenta de su papel dominante en nuestra existencia biológica, psicológica y emocional. Esa ausencia deja un vacío debilitante, y muchos enfermos pierden el apetito, la confianza, la libido y las conexiones humanas, e incluso, algunos caen en depresión. La parosmia puede ser incluso peor que la anosmia, contó Hopkins, dejando a la gente desestabilizada, desamparada y distanciada.

Antes del Covid-19, las personas que perdían el olfato rara vez recibían mucha atención de sus médicos o simpatía de sus seres queridos. Hopkins añadió que no se consideraba un gran problema, lo que empeoró el sufrimiento.

Eso ya terminó, lo cual es un efecto secundario positivo de la pandemia. La anosmia, la hiposmia y la parosmia finalmente se reconocen como enfermedades graves y campos de estudio prometedores, y es probable que sigan avances científicos.

Esa es una razón más por la que algún día podríamos ver a la pandemia, no solamente como algo negativo, sino como un impulso para investigaciones en otras ramas de la medicina.

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