Fatiga crónica, otra secuela del COVID-19 que preocupa a médicos

Los pacientes no pudieron reincorporarse a sus actividades por este problema.

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Fatiga
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La sensación de fatiga persiste en la mitad de los pacientes recuperados de COVID-19, sin que importe si se trató de un caso leve o con síntomas graves, de acuerdo con un estudio realizado por investigadores del Trinity College.

Este trabajo se suma a varios que analizan algunas de las secuelas que se presentan en pacientes que ya se recuperaron de COVID-19, entre ellas el cansancio prolongado, la llamada niebla mental y hasta afectaciones en pulmones y riñones.

De acuerdo con el estudio publicado en Plos One, la fatiga sería uno de los síntomas más comunes que persiste en los pacientes recuperados y, aparentemente, habría una relación entre esta secuela y una precondición de depresión y ansiedad en los pacientes.

Los investigadores analizaron el estado de salud de 128 pacientes del Hospital Saint Jaimes, en Dublin, que tenían más de seis semanas de haber superado la enfermedad. El objetivo fue medir su nivel de fatiga y qué tanto esta secuela les afecta para reincorporarse a sus actividades.

Las conclusiones arrojaron que el 52.3% de los pacientes tenían síntomas relacionados a la fatiga hasta 10 semanas después de haberse curado de la COVID-19, siendo las mujeres y personas con depresión y ansiedad más propensas a presentar esta secuela. Además, quienes mantuvieron los síntomas, no tuvieron la fuerza para volver a trabajar.

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“El diagnóstico preexistente de depresión se asocia con fatiga severa post COVID-19. Este estudio destaca la carga de la fatiga, el impacto en la reincorporación al trabajo y la importancia de seguir a todos los pacientes diagnosticados de COVID, no solo a los que requirieron hospitalización”, resaltan los investigadores.

Como otros trabajos, se advierte que sin importar la gravedad de la enfermedad, los síntomas persisten, algo que también se reporta en aquellos pacientes que se ven afectados por llamada neblina mental.

“Una carga de fatiga prolongada después de la infección afectará la calidad de vida y tendrá un impacto significativo en las personas, los empleadores y los sistemas de salud. Estas importantes observaciones tempranas enfocan un problema emergente”, advierte el trabajo.

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