Si puedes caminar en equilibrio sin mirar los pies, es en parte gracias a tu propiocepción. Es uno de nuestros sentidos menos conocidos, pero uno de los más importantes. Contribuye de forma automática y a menudo inconscientemente al control de tus movimientos.
Esto te permite sentir y ubicar tu cuerpo en el espacio, y así gobernar el equilibrio propio o la forma de pararte. Y en cuanto a los otros 5 sentidos, ¡esta noción se puede trabajar! ¿Cómo y por qué mantenerlo? Te explicamos.
Sintiendo tu cuerpo con propiocepción
Cierra tus ojos. ¿Podrías dibujar la posición exacta de todo tu cuerpo? ¿Sientes dónde está tu mano derecha y en qué dirección está girada tu muñeca? Lo que te permite ubicar los segmentos de tu cuerpo es tu sentido propioceptivo.
Muy poco mencionado en el conocimiento común, este significado ha sido; sin embargo, bien estudiado desde el siglo XIX, en particular por el médico y fisiólogo Claude Bernard y Charles Scott Sherrington, premio Nobel de fisiología/medicina en 1932.
El oído, la vista, el olfato, el tacto y el gusto son sentidos que recuperan información del mundo exterior. Mientras que la propiocepción recupera información del interior de nuestro organismo.
El sistema propioceptivo funciona a través de un conjunto de receptores sensoriales que transmiten información al cerebro. Al igual que un GPS, la propiocepción nos envía señales de ubicación en cada momento. Estas señales pueden ser el estiramiento de músculos, tendones, piel, etc.
- Por ejemplo: al caminar descalzo, los sensores debajo de las plantas de los pies están en acción. Esto nos permite percibir nuestro cuerpo de manera constante y precisa. Podemos saber dónde estamos, y por lo tanto hacia dónde nos dirigimos, a qué velocidad. Controlamos nuestros movimientos de forma equilibrada: caminar, correr, saltar, hacer jardinería, agarrar objetos; esta habilidad es fundamental en nuestro día a día.
¿Por qué trabajar la propiocepción?
Al igual que con los otros sentidos, podemos entrenar nuestra propiocepción. Trabajar en él permite un mejor equilibrio, mejores reflejos y una mejora en la calidad de tus archivos cerebrales. El cerebro buscará la información adecuada para transmitirla a tu cuerpo para realizar el movimiento adecuado. Cuanto más entrenado estés, mejores y más suaves serán tus reflejos.
Y este significado es particularmente interesante si practicas algún deporte. En caso de lesión por estrés, la propiocepción bien entrenada puede reparar el trastorno que apareció durante la rehabilitación. Esto ayuda a encontrar articulaciones más fuertes y a limitar las lesiones musculares traumáticas (esguinces, desgarros, etc.). Por tanto, integrar el trabajo de propiocepción en tu rutina deportiva es beneficioso, al igual que los estiramientos musculares.
La evolución de la propiocepción
Cuando estamos saludables, nuestra imagen corporal se actualiza constantemente. Pasa por fases, en las que evoluciona nuestro sentido propioceptivo. Por ejemplo: los recién nacidos comienzan con un sentido propioceptivo muy limitado.
Sus gestos se detienen en los movimientos de la boca o de las manos a la boca. Y a medida que envejecemos, sabemos que algunos de nuestros sentidos se deterioran naturalmente: se producen déficits visuales, auditivos y propioceptivos.
Asimismo, un nuevo deporte puede hacernos descubrir un gesto, o por ejemplo, un accidente puede hacernos perder parte de nuestra movilidad. Por lo tanto, es importante mantenerse activo con la mayor frecuencia, y si es posible, en compañía, para no aislar lo sensorio-motor de lo social y emocional.
Esta sería la receta para tener un diagrama corporal más cercano a nuestras capacidades físicas reales. Entonces, ¿por qué no probar algunos deportes? ¿Haces ejercicio para mantener la propiocepción?
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