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La escala de Kinsey de la sexualidad: ¿somos todos bisexuales?

Muchos psicólogos cognitivos creen que el ser humano tiene una clara tendencia a percibir e interpretar la realidad de la forma más sencilla posible.

Escala de Kinsey
Foto: Pexels

Según esta visión de nuestra mente, nos gusta categorizar las cosas en buenas y malas, juzgamos a las personas muy rápido durante los primeros minutos que las conocemos, y sólo consideramos matices en casos especiales, cuando la situación lo requiere, en eso entra también la sexualidad y con ésto, la escala Kinsey

Escala Kinsey: reformulando nuestra orientación sexual

Cuando consideramos la condición sexual de las personas, pensamos en dos categorías: la homosexualidad y la heterosexualidad, que pueden combinarse para formar la bisexualidad. Sin embargo, ¿qué tan precisa es esta forma de clasificar las tendencias sexuales? ¿Existe una diferenciación tan nítida y clara entre la homosexualidad y la heterosexualidad?

Un hombre llamado Alfred Kinsey rompió esta concepción dualista de las orientaciones sexuales al proponer un modelo según el cual existen muchos grados intermedios entre la heterosexualidad y la homosexualidad. Este gradualismo se materializó en lo que ahora se llama la escala de Kinsey

Cuestionando la sexualidad dicotómica

Desde el feminismo y los estudios de género asociados a la antropología, se defiende mucho la idea de que, históricamente, la orientación sexual ha sido entendida como comprensible desde dos posiciones: la heterosexualidad y la homosexualidad, siendo una la negación de la otra. Estas dos opciones sexuales serían invenciones, artefactos creados por la cultura y no mantenidos en la biología.

No obstante, durante la primera mitad del siglo XX, el biólogo y sexólogo Alfred Kinsey infligió graves heridas a esta concepción dicotómica de la sexualidad. ¿Las razones? Durante 15 años realizó un extenso estudio que lo llevó a concluir que las ideas de homosexual, bisexual y heterosexual son demasiado encorsetadas y limitantes. 

En pocas palabras, las personas que incluyó en su investigación no encajaban fácilmente en los patrones de heterosexualidad: los estados intermedios de orientación sexual eran mucho más comunes de lo esperado. Así, según Kinsey, existe todo un abanico de orientaciones sexuales, una escala de grados que va desde la pura heterosexualidad hasta la pura homosexualidad, pasando por varias categorías intermedias.

En resumen, la escala de Kinsey rompió la clasificación cualitativa para entrar en una descripción cuantitativa en la que las cosas se miden como la temperatura se mide con un termómetro. La idea es que todos podemos tener una parte bisexual, más o menos evidente y que, más que definir nuestra identidad, sea una simple preferencia con umbrales o límites no siempre claros.

La historia de la escala de Kinsey

Si esta concepción de la sexualidad es hoy provocativa, pueden imaginarse lo que significó defender la escala de Kinsey durante las décadas de 1940 y 1950. El estudio, basado en miles de cuestionarios entregados a una amplia variedad de hombres y mujeres, desató una feroz controversia y despertó una fuerte oposición de las instituciones conservadoras. Sin embargo, precisamente, sus ideas se difundieron rápidamente por todo el mundo, y sus escritos y pensamientos fueron traducidos a muchos idiomas.

El llamado Informe Kinsey, dividido en dos libros, Comportamiento sexual del hombre (1948) y Comportamiento sexual de la mujer (1953), contenía datos que cuestionaban lo que se sabía sobre la sexualidad humana y la naturaleza misma del género.

Con base en esa información proporcionada por 6 mil 300 hombres y 5 mil 940 mujeres, Kinsey concluyó que la heterosexualidad pura es extremadamente rara o casi inexistente, y esto sólo debe tomarse como un concepto abstracto que permitiría construir una escala con dos extremos. Lo mismo sucedía con la homosexualidad pura, aunque esta idea no era tan inaceptable por razones obvias.

Esto significó que las identidades masculina y femenina se construyeron en el marco de una ficción y que muchos comportamientos considerados “desviados” eran, de hecho, normales.

¿Cómo es esta escala?

La escala diseñada por Kinsley tiene 7 niveles desde la heterosexualidad hasta la homosexualidad, e incluye la categoría en la que encajarían las personas que no experimentan la sexualidad.

Los grados son: 

  • 0 – Exclusivamente heterosexual
  • 1 – Principalmente heterosexual, con contactos homosexuales esporádicos
  • 2Predominantemente heterosexual, aunque con contactos homosexuales más esporádicos
  • 3 – Bisexual
  • 4 – Predominantemente homosexual, aunque con contactos heterosexuales más que esporádicos
  • 5 – Principalmente homosexual, con contactos heterosexuales esporádicos
  • 6 – Exclusivamente homosexual
  • X – Asexual, el individuo no presenta atracción sexual

Otra visión de la mente humana.

La escala de Kinsey en ese momento ofrecía una perspectiva diferente sobre lo que es la mente humana, especialmente en lo que se refiere a la sexualidad. Tradicionalmente, la división sexual del trabajo y los roles de género han fomentado una visión muy dicotómica de lo que significa ser hombre y mujer, y esta línea de investigación desafió esta clasificación tan cerrada.

Por ello, a lo largo de los años, los estudios de género han utilizado la influencia de esta escala para indicar cómo la heteronormatividad, que sitúa la heterosexualidad en el centro de lo que se considera normal, es una construcción social demasiado simplista e injustificada, que sirve para ejercer presión social sobre las minorías, situado fuera de esta orientación sexual normalizada.

La escala de Kinsey, hoy

Kinsey no hizo una escala de siete grados porque creyera que la cantidad de pasos reflejaba cómo funcionaba la sexualidad, sino porque pensó que era una buena manera de medir algo que en realidad es fluido y no tiene discontinuidades.

Es por ello que su obra ha tenido un impacto significativo en la filosofía occidental, cambiando la forma en que entendemos las orientaciones sexuales y teniendo un impacto positivo en los movimientos por la igualdad y la lucha contra la discriminación de las personas homosexuales. Sin embargo, el debate sobre la naturaleza de las orientaciones sexuales y si pueden entenderse como un continuo o como categorías estancadas aún prevalece.

En realidad, este debate no ha sido puramente científico, pues las implicaciones sociales y políticas de la escala de Kinsey sobre la sexualidad la convierten en una herramienta ideológica.

Los conservadores lo ven como una amenaza a los valores familiares nucleares tradicionales y una herramienta de la ideología de género (aunque en realidad se puede defender sin apegarse a este patrón de pensamiento) y los colectivos LGTBI lo ven como un buen marco conceptual desde el que puedes estudiar la sexualidad de una manera menos rígida de lo habitual.

Cambiando el enfoque del estudio de la homosexualidad

Además, esta escala de orientaciones sexuales minimiza la idea de pura homosexualidad y heterosexualidad, reduciéndolas a entelequia, reduce la presión social para caer en estas dos categorías. En cualquier caso, la escala de Kinsey ayudó a sentar un precedente; el fenómeno a estudiar ya no es la homosexualidad, considerada como una anomalía o un alejamiento de lo que se consideraba “lo natural”.

Ahora lo que se está estudiando es cómo interactúan la homosexualidad y la heterosexualidad, la relación entre ambas. Antes sólo se investigaba “una rareza”, pero hoy tratamos de entender el continuo con dos polos.

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