En los últimos años, Lyn May ha sido una de las mujeres más controversiales por ser demasiado abierta con su vida. La acapulqueña que consiguió la fama gracias a su carrera como actriz y vedette, también ha dejado claro que su adolescencia no fue nada fácil y menos cuando experimentó su primer matrimonio con un hombre que le doblaba la edad y ella tenía menos de 15 años.
Los detalles se dieron a conocer en una entrevista que tuvo en el programa El minuto que cambió mi destino conducido por Gustavo Adolfo Infante, ahí ella revela que era una jovencita cuando llegó a México y vendía cosas en el mercado, lugar donde conoció a un marinero que le llamó la atención.
“Uno por salirse de la pobreza busca un escape. Me dijo: ‘Yo te voy a enseñar México, es muy bonito’. Yo le dije: ‘Bueno’, y me fui con él. Yo era una chamaquita”, recordó la famosa durante su plática en el programa emitido en Imagen TV.
Lyn May reconoció que en aquel entonces era una joven con muchísima inocencia y poco sabía de la vida, del matrimonio y de la sexualidad, pues confesó que cuando se embarazó de su primer bebé, creyó que lo tendría por la boca.
Relató que el hombre comenzó a golpearla constantemente para “sacar al bebé del vientre” pues en sus planes no estaba el de convertirse en padre ya que tenía, en ese entonces, 40 años y sus hijos ya estaban grandes.
La abuela de May, quien la cuidaba, le mandó la policía a este hombre en cuanto se la llevó a México, logrando meter al sujeto a la cárcel. Posteriormente, tuvieron que casarlos a la fuerza, aunque ella hubiera preferido que no. Fue después de que nació su segunda hija cuando lo dejó por los constantes golpes y maltratos.
“Me pegaba porque no sabía hacer nada; no sabía hacer sexo, era una niña, una chamaca. El tipo quería que yo supiera y no sabía: si se iba la luz, me golpeaba; si llegaba tarde, me golpeada. Entonces me vine con mi abuelita otra vez”, confesó la celebridad.
Tras su rompimiento, Lyn May regresó a Acapulco en la que comenzó a trabajar como bailarina en un lugar llamado “El Zorro”, también fue mesera y trabajó en salones de belleza para mantener a sus dos hijas, quienes eran cuidadas por su abuelita en aquel entonces.
“Mi abuelita me cuidaba a mis hijas, la adoro donde quiera que esté, para mí ha sido lo máximo, era la persona más buena que ha habido en este mundo”, concluyó la acapulqueña.
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